Emprender a los 50 y no morir en el intento

Diario de una emprendedora de 50

Este es el diario de una emprendedora a punto de cumplir 50, deseando que su proyecto despegue de una vez por todas.

Mi despertar al emprendimiento ha sido torpe y lento.

Antes de seguir con mi historia, tengo que decirte que a día de hoy compatibilizo, haciendo malabares, mi jornada laboral como trabajadora por cuenta ajena, con mi emprendimiento, con mi labor de madre de 2 adolescentes.

Conectando los puntos hacia atrás, como diría Steve Jobs, me he dado cuenta que fue a los 36 años cuando se despertó en mí la llama de emprender, pero en ese momento yo no era, ni mucho menos, consciente de ello.

Corría 2010. En aquella época de lo que se oía habla era de la «creación de pymes». El concepto de emprendimiento (tal y como lo conocemos ahora) ni estaba ni se le esperaba…

Yo acabada de dar a luz a mi segundo hijo y empecé a sentir unas ganas desbordas y desbocadas de crear. Así que, comencé a robarle horas al sueño para canalizar ese torrente haciendo tocados, diademas y broches.

Fue una época de creatividad salvaje y yo, aunque estaba agotada, me sentía emocionada y satisfecha. Registre mi primer dominio bribri.es (24.03.2010) y me hice una sencilla página web en linux.

Rondando los 40, experimente un profundo periodo de transformación que culminó, en 2015, con un divorcio. Durante este tiempo, dejé a un lado mi proyecto bribri (al que nunca llegué a considerar emprendimiento solo un hobby ¡error!) y centré mi atención en adaptarme a mi nueva situación.

Sé que muchas personas han compatibilizado sus crisis personales con el nacimiento y constitución de sus emprendimientos. No ha sido mi caso, aunque siempre estuvo presente en mi interior, como la llama de una vela que no se apaga, la necesidad de materializar ese bullir.

Yo he necesitado años de estabilización antes de volver a poner el foco en el torrente creativo. De hecho, fue en 2020 (en plena pandemia), cuando por fin llego a esto que ahora denominamos «emprendimiento».

Hoy en día está muy extendido esto de emprender. Es un término familiar que se sienta a comer a diario con nosotros… pero antes no era así. Incluso para mí, que llevo toda mi vida trabajando en una escuela de negocios que forma a futuros emprendedores y empresarios… me costó identificarme como emprendedora.

Me ha llevado una década identificar que lo que yo sentía era lo que otros llamaban «emprendimiento» (¡se dice pronto!) Quizá, si desde el inicio le hubiese puesto el nombre apropiado a ese paradigma, llevaría más adelantado… Qui lo sá?…

Me pregunto si te habrá pasado igual.

Es importante poner las palabras adecuadas a los conceptos y a los sentimientos para ayudarnos a avanzar. Porque cuando uno sabe donde se encuentra, aunque no tenga los conocimientos y las herramientas, se puede poner a buscar.

Dicen los chinos, «1.000 días para un negocio». Según ellos, este es el tiempo que ha de pasar para saber si un negocio perdurará o se debe abandonar.

Y aunque yo llevo 3 años a trompicones en esto de emprender-emprender, solo ahora (en el momento actual) siento que por fin he orientado bien la brújula en mi mapa y puedo echar a andar algo más segura.

Una de las cosas que he aprendido es que es inevitablemente equivocarse.

Al principio, es inevitable, en la bifurcación, coger el camino que no era y tener que desandar lo andado. O quizá tú tengas el instinto de saber cuál es el camino correcto a la primera, si es así, mi más sincera enhorabuena.

Pero por norma general, por mucho que leas todo lo que cae en tu mano sobre emprendimiento, por mucho que te formes en ello, por mucho que escuches podcast y a gurús, es inevitable tropezar.

Esto es como cuando vas a hacer obras en casa. Tienes los planos, tienes a la cuadrilla, tienes al jefe de obra, tienes los materiales, y aunque te juran y te perjuran que las obras durarán X semanas, tú ya sabes que será más, que inevitablemente llevará más tiempo. Y en tus planes ya metes ese tiempo de descuento.

Pues esto es igual. Hay que contar con que vas a meter la pata, vas a gastar más tiempo y más dinero del que habías pensado. Y te tocará reconfigurarte una y otra vez hasta dar con la clave. Y con todo y con eso, quizá te toque volver a empezar.

El emprendimiento es una carrera de fondo que requiere mucha fuerza de voluntad y perseverancia. Mucho tesón. Y todas las ganas del mundo y la ambición por ver materializado tu proyecto.

Pero no vale con tener una idea cojonuda, con haber decidido el modelo de negocios que quiere utilizar, con haber invertido en tecnología… tienes que echarte a andar, tropezar, caer y volverte a levantar.

Y todo esto lleva tiempo. No es de hoy para mañana, ni para pasado mañana, ni para dentro de un mes…

Yo ahora soy como un bebé torpón que gatea, se pone en pie y se cae. Todavía no he echado a andar sin caerme… pero lo conseguiré ¡vaya si lo conseguiré!

Con este diario quiero dejar registro, a modo de bitácora, de todo lo que estoy viviendo en mi aventura de emprender a los 50, por si a ti te puede ayudar.

Para que no cometas mis fallos y puedas avanzar algo más rápido de lo que estoy haciendo yo. Y también para que puedas beneficiarte de las cosas eficaces y positivas que voy descubriendo y aprendiendo en el camino.

Seré transparente contigo, no lo dudes.

Si quieres compartir algo conmigo escríbeme a gemazafra@estoyperdiendoeltiempomiserablemente.com

Y si quieres recibir mi newsletter con todas las aventuras y desventuras de esta emprendedora cincuenteña,